Al caer la noche en China, casi 30 millones de farolas se iluminan gradualmente, tejiendo una red fluida de luz. Tras esta iluminación gratuita se esconde un consumo eléctrico anual que supera los 30 000 millones de kilovatios-hora, equivalente al 15 % de la producción anual de la presa de las Tres Gargantas. Este colosal gasto energético se deriva, en última instancia, de los sistemas de financiación pública, financiados mediante impuestos especializados, como el impuesto sobre el mantenimiento y la construcción urbana y el impuesto sobre el valor añadido de los terrenos.
En la gobernanza urbana moderna, el alumbrado público ha trascendido la mera iluminación. Previene más del 90 % de los posibles accidentes de tráfico nocturnos, impulsa las economías nocturnas, que representan el 16 % del PIB, y constituye una infraestructura esencial para la gobernanza social. El distrito Zhongguancun de Pekín integra estaciones base 5G en farolas inteligentes, mientras que el área de Qianhai de Shenzhen emplea tecnología IoT para el ajuste dinámico del brillo; ambos reflejan la modernización de los sistemas de alumbrado público.
En cuanto a la conservación de energía, China ha logrado la conversión a LED en más del 80% del alumbrado público, logrando un 60% más de eficiencia en comparación con las lámparas de sodio tradicionales. Las estaciones piloto de carga de farolas de Hangzhou y los sistemas de postes multifuncionales de Guangzhou demuestran mejoras continuas en la eficiencia del uso de los recursos públicos. Este contrato social luminoso representa esencialmente el equilibrio entre los costos de gobernanza y el bienestar público.
La iluminación urbana no solo ilumina las calles, sino que también refleja la lógica operativa de la sociedad moderna: mediante la asignación racional de las finanzas públicas, transforma las contribuciones fiscales individuales en servicios públicos universales. Esto constituye un indicador crucial de la civilización urbana.
Hora de publicación: 08 de mayo de 2025